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Al vivir en un mundo completamente dominado por el “selfie” perfectamente dirigido, donde la realidad es reemplazada por tendencias y la información se obtiene de las redes sociales, me siento obligada a profundizar y exponer lo oculto y lo invisible del mundo que me rodea. Cuando crecí en Vancouver en los años 90, y vi cómo pasaba de ser una pequeña ciudad tímida del oeste de Canadá a una ciudad decadente y rica de torres de vidrio, autos deportivos y marcas de lujo, contrastada con una pobreza cada vez mayor y un problema de drogas, me mudé a Barcelona y me di cuenta de que esta ciudad también lucha con una identidad dual. Las imágenes de esta ciudad que atraen a más de 30 millones de turistas cada año seguramente han llamado la atención de cualquiera. Sin embargo, no tardé en descubrir que un aspecto mucho mejor de este lugar reside en los sitios ocultos e invisibles que no parecen dignos de nuestros canales de comunicación actuales. Me interesa explorar estos lugares, dándoles la importancia que se merecen y mostrando su belleza. Cuando camino, elijo imágenes para pintar según el significado de su contenido y el equilibrio visual de colores y formas.